martes, 21 de septiembre de 2010

LABOR DEL MAESTRO

PAPEL DEL MAESTRO




PROCESO ENSEÑANZA
Miguel de Zubiria

INTRODUCCIÓN GENERAL

El calificativo re-evolucionarias aplicado a las didácticas significa que aunque todas las didácticas que presento han sido utilizadas en las prácticas educativas durante décadas y siglos y defendidas por diversas corrientes, aparecen aquí contextualizadas.  Ha sido necesario re(volver a) evolucionar dichos viejos planteamientos.

La labor del maestro es enseñar

Asumo una tesis aparentemente trivial y obvia:  que la tarea por excelencia y definitoria del quehacer del maestro profesor  consiste en enseñar a sus estudiantes.

Tesis tan obvia como que la tarea por excelencia y definitoria del quehacer del médico es curar a sus pacientes, o la del arquitecto diseñar y construir viviendas a escala humana.

A nadie aporta conocimiento nuevo la tesis que defiendo,  si acaso a quienes se han perdido en los discursos enredados de los  “intelectuales”  y profesionales de las indisciplinas sociales:  los sociólogos, los antropólogos, los psicólogos, los ecólogos.  Pseudointelectuales provenientes de indisciplinas cercanas a la pedagogía, con supuesta autoridad para exigir a los maestros que se conviertan en investigadores educativos, en formadores de valores, en axiólogos, en trabajadores sociales, en trabajadores intelectuales, en sindicalistas, en concientizadores políticos, en sociólogos, en psicólogos…

Al pedirle otro rol complementario al maestro de hecho menosprecian la labor maravillosa del profesor y de la educación.  La labor profesional que consiste, ni más ni menos, que humanizar  (culturizar)  a sus alumnos.

Si la labor fundamental, primaria y definitoria del maestro es enseñar, los profesores llevan a cabo una gran labor.  De la cual toda persona debe sentirse enormemente orgullosa:  formar a los nuevos individuos humanos.  ¿Para qué más?

Pero no.  Los pseudo intelectuales, que abundan en todas las épocas, se creen con derecho para definir el rumbo de una profesión que no es la suya.  ¿Por qué no exigen a los médicos o a los arquitectos que se conviertan en investigadores, en formadores de valores, en axiólogos, en trabajadores sociales, en trabajadores intelectuales, en sindicalistas, en concientizadores políticos, en sociólogos, en psicólogos?  ¿Por qué no?  Porque la medicina y la arquitectura les inspiran el debido respeto;  no así la educación a secas.

La labor del maestro es enseñar y punto.  ¿Existe otra profesión superior?  Estoy seguro que no.

Qué tanto daño ha causado a la profesión docente y a la teoría educativa, la pretensión de desplazar a los maestros en otras direcciones, la cual tiene varios orígenes y razones.  Estudiaremos aun cuando sea dos.

Una y principal:  la indebida intromisión de otras disciplinas.  Fenómeno característico y ya casi exclusivo de la educación, aunque ocurrió en menor grado en las fases de indiferenciación profesional de otras disciplinas.  Los ingenieros siempre se opusieron a la autonomía de la arquitectura, seguramente todavía hoy, que consideraban ámbito propio suyo; los economistas siempre se opusieron a la autonomía de la administración de empresas; los médicos y los siquiatras siempre se opusieron a la autonomía de la psicología.  No bien, siempre estos vanos intentos invasores han fracasado, menos en educación.

De allí que no resulte trivial repetir una vez más, que la labor del maestro es enseñar y punto.  Los padres, las madres, los estudiantes, la sociedad entera supone que el quehacer propio e inherente de los maestros es enseñar y formar a las nuevas generaciones de relevo.  Punto.

Otra circunstancia que contribuye a la indiferenciación del rol profesional del maestro, tiene que ver con la crisis general de las instituciones sociales a que conduce el capitalismo.

Es sencillo comprender como una sociedad, soportada sobre relaciones económicas y mercantiles entre los individuos, acaba destruyendo todo tejido social basado en el amor, la comprensión, la solidaridad, el respeto muto, la palabra, la honestidad, la ética… y el resto de los valores que con tanto tesón construyó la especie humana a fin de dignificar la existencia.

Cuando la economía invade el tejido social prolifera como cualquier cáncer y destruye a su paso las otras relaciones, basadas en el amor, la comprensión, la solidaridad, el respeto mutuo, la palabra, la honestidad, la ética.  Similar al virus del SIDA, la economía atacó una a una las instituciones hasta dar con el cerebro del sistema social todo:  la familia.

Al destruir por tercera y última vez la familia  (1), el semillero de los valores humanos, la familia, muere.  Ella fue un lugar donde los niños en formación adquirieron sus aprehendizajes fundamentales, los cimientos para cualquier aprendizaje humano posterior.  La familia les dotaba del piso sobre el cual construir su futura personalidad.  Cimientos por fuera de los cuales es imposible humanizar, enseñar nada, nada humano.

Al entrar en crisis final la familia, entra en crisis todas las restantes instituciones sociales.  Pues las instituciones están todas conformadas por individuos; no son entes abstractos e intemporales.  Y la crisis de los valores individuales se transfiere amplificada a la crisis de las instituciones.




1 La primera vez destruyó la familia-comunidad.  La segunda, destruyó la familia de parientes o familia extensa.  La tercera y última, está socavando la familia nuclear.



La crisis familiar es la razón angustiante para desear que la escuela reemplace las funciones que antaño ella cumplió.  Entonces, ingenuamente proponen los  “pseudointelectuales”  que los profesores se conviertan en formadores de valores, en axiólogos, en investigadores educativos, en trabajadores sociales, en trabajadores intelectuales, en sindicalistas, en concientizadores políticos, en sociólogos, en psicólogos … Absurdo, irrespetuoso con la profesión docente.

Realizando bien,  a cabalidad, plenamente su única y primordial labor –la enseñanza- el profesor se justifica por sobre el resto de los profesionales.  No tiene porque adoptar máscaras profesionales.

La labor del estudiante es aprehender.

En la época actual, centrada culpablemente en los niños y apologista como ninguna de la juventud, de sus derechos, de sus caprichos, es re-evolucinario afirmar que los estudiantes tienen deberes … no únicamente derechos.

Tienen un deber fundamental:  aprehender.  

Sin el compromiso de cada estudiante por su aprendizaje la escuela toda pierde sentido.  El profesor puede enseñar, pero si los estudiantes no desean, no trabajan, no se esfuerzan por aprehender, el esfuerzo del maestro es vano, estéril.

Hay un sabio refrán popular que reza:  “Es posible llevar al burro a la pila, más no obligarlo a beber”.  El profesor tiene la obligación de llevar a sus alumnos al conocimiento, pero no puede obligarlos a beber de él.  Esta tarea les compete tan sólo a ellos.  Y beber del conocimiento requiere esfuerzo, constancia, persistencia, dedicación, estudio.

Curiosamente, decir que los alumnos deben estudiar y aprehender, es, hoy, revolucionario.

Distanciados de las creencias que sostienen algunos ingenuos pensadores, como Rouseau, y uno que otro pedagogo despistado actual, que piensan en los niños como ángeles encarnados, aprehender es una tarea dura, difícil, exigente.  Penetrar los universos simbólicos que crearon los hombres más sabios en la historia de la humanidad  (matemática, física, biología, química y alguna disciplina social)  representa un proceso duro, difícil y en extremo exigente.

Sólo individuos excepcionales, como los maestros, asumen dicha tarea:  contribuir para que la mayoría de los muchachos reciban su justa porción de conocimiento, la mayor porción posible.   Convertir dichos conocimientos científicos embrollados en comprensibles para los estudiantes es más que suficiente labor intelectual:  convertir la sabiduría que les legaron sus abuelos en conocimientos digeribles, atractivos, asimilables.  Para con ellos  “pararse sobre los hombros de los gigantes que los precedieron, y desde allí mirar mas lejos, mas profundo”,  como solía recordarnos el maestro José Martí.
En un mundo donde predominan las habilitaciones, las rehabilitaciones, que eliminó las calificaciones en los países subdesarrollados y generalizó la Promoción Automática  (extendida por el Ministerio de Educación colombiano al bachillerato)  a fin de facilitarle las cosas hasta el extremo psicopático a los estudiantes, suena ofensivo insistir en que los estudiantes son responsables por su aprendizaje.  Y los son.

Y si por disminuir artificialmente los índices de repitencia y de deserción  (presionados por los préstamos internacionales)  las escuelas, de centros del conocimiento se convierten en guarderías, la calidad educativa toda queda en peligro fatal.  Particularmente, la calidad educativa toda queda en peligro fatal.  Particularmente, la calidad en las escuelas públicas que se acogen a los decretos regresivos como la Promoción Automática, mientras que los colegios privados mantienen los estándares de excelencia.  Así es fácil entender la abismal distancia que toman los colegios privados sobre las escuelas públicas, que antes ocupaban los lugares de privilegio, agravando intelectualmente las ya penosas disparidades sociales entre pobres y ricos.

La deserción y la repitencia se disminuyen mejorando y no empeorando la calidad educativa, logrando que los estudiantes rindan en su máxima potencia y no en su mínima capacidad.  Por supuesto, también y sobretodo, corrigiendo los déficit nutricionales, de dotación, de vivienda en que vive el 40%  de la población latinoamericana.

La infidelidad de la esposa no se corrige vendiendo el sofá, como pretende hacerlo el Ministerio de Educación.

Este libro únicamente trata un tema:  el enseñar y el aprehender.  Estudia dos profesiones, la profesión de los profesores y la profesión de los estudiantes.
    
Resume un prolongado recorrido que inicié ya hace 15 años y que hoy se conoce como Pedagogía Conceptual.  Luego de 15 años ya creo estar preparado para aportar algunas reflexiones serias en torno al tremendo tema  de la didáctica.  Al COMO enseñar.

Hasta este momento la Pedagogía Conceptual había sido estéril e infértil, era pura psicología cognitiva.  Finalmente, hemos encontrado una puerta pequeña a la enseñanza.  Más no, por supuesto, a cualquier enseñanza;  tan sólo como enseñar proposiciones y conceptos.

Le invito a acompañarnos durante este apasionante recorrido.


     
       




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